LA COSMOGONIA MAYA.doc

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La cosmogonía maya

La cosmogonía maya

El mundo religioso

     En la civilización maya, lo sacro impregnaba todos los aspectos de la vida a través de rituales y ceremonias: la agricultura, el arte, los actos públicos... La religión maya era politeísta y contaba con un numeroso panteón dominado por divinidades vinculadas con la naturaleza. Los dioses representaban a los cuatro elementos (agua, fuego, aire y tierra) y a otras diversas manifestaciones naturales como astros o fenómenos atmosféricos. Al igual que las cristianas y que otras muchas, las creencias mayas partían del enfrentamiento entre el bien y el mal, con la diferencia de que tanto uno como otro tenían carácter divino. Ambos poderes aparecían en continuo enfrentamiento, pero siempre como antagonistas unidos. Los dioses vinculados con el bien producían cosas buenas y provechosas como la lluvia o las cosechas abundantes; mientas que las divinidades relacionadas con el mal causaban desastres, hambrunas y otras calamidades.

     Dentro del amplio panteón maya, el dios principal era Hunab, también llamado Hunab Ku, el dios único, el dios de dioses. Esta deidad suprema era el responsable de la creación del mundo y del ser humano. Hunab construyó el mundo en tres ocasiones consecutivas. El primer mundo que creó fue habitado por genios, los constructores de las ciudades; el segundo fue dominado por los dzolob, una raza oscura y siniestra; y el tercero y definitivo fue el que habitaron los mayas.

     Zamná, también conocido como Itzam Ná, era hijo de Hunab y se hallaba a la cabeza del panteón maya. Era el dios del cielo, del día y de la noche. Bajo la forma de Ahau, también representaba al sol. En los escritos mayas, era representado como un anciano desdentado con nariz pronunciada y aspecto benévolo, y se le atribuía la fundación de la cultura maya. El conocido como el dios de la sabiduría les dio a los mayas el maíz y les enseñó la escritura y el calendario. También era considerado como el primer sacerdote.

     Ix Chel era una divinidad peculiar, pues tenía a la vez una vertiente malévola y otra bondadosa; era la diosa de las inundaciones y, al mismo tiempo, la protectora de las embarazadas. Era la imagen de la luna. Estaba emparejada con Itzam Ná y aparecía representada como una mujer anciana que vertía el contenido de su cántaro sobre la tierra o que tejía con un telar.

     Otra divinidad destacable del panteón maya es Kukulcan, la serpiente emplumada, que fue importada por otras culturas de la región mesoamericana como la tolteca y cuya imagen recuerda a la del dios azteca Quetzalcoatl. Los mayas atribuyeron a este dios principal muchas funciones. Estaba relacionado con los cuatro elementos de la naturaleza, tenía facultades creadoras y también estaba vinculado con la resurrección y la reencarnación.

     Otra deidad de peso del panteón maya era el dios de la lluvia, Chaac, también llamado Chac Mol. Representado con trompa y colmillos, este dios bondadoso era una de las divinidades más populares y tenía una presencia destacada en muchos de los rituales del pueblo. El centro principal de su culto estaba ubicado en Chichen Itzá. También era el dios de la agricultura y la fertilidad.

    


Vasija para quemar incienso hallada en Mayapán con la forma del dios de la lluvia Chac. Imagen obtenida de la web Mythology

 

 

 

 

 

 

 

 Entre las divinidades de carácter malvado destacaba Ah Puch, también conocido como Hunhau, la antítesis de Itzam Ná. Ah Puch era la diosa de los muertos, que gobernaba el Mitnal, el inframundo. El Mitnal era el inferior de los nueve infiernos y el más terrible de todos ellos. Generalmente, Ah Puch era representada con cabeza de búho y cuerpo humano, aunque también aparecía como un esqueleto adornado con campanillas. Esta deidad de la muerte era vinculada con la guerra y con los sacrificios humanos.

     Los mayas construyeron un sistema de creencias muy elaborado; uno de los más complejos entre los de todas las civilizaciones indígenas americanas. Todas sus costumbres y actividades estaban marcadas por la religión y sus rituales mágico-sacros. Además del panteón de divinidades genéricas, relacionadas con aspectos del mundo natural, los mayas tenían un amplio número de dioses menores de carácter doméstico, así como una divinidad protectora para cada individuo. Tal era la importancia de la religión que las ciudades mayas eran auténticos centros ceremoniales y la clase sacerdotal fue la que consiguió acaparar mayores parcelas de poder hasta el periodo Postclásico. Los mayas confiaban en el buen hacer de sus dioses y la religión dirigía su vida política y social.

     Las ceremonias religiosas eran un elemento cotidiano y convertían las plazas de los centros urbanos en un foco de atención para la población, especialmente cuando se trataba de rituales de sacrificios. La sangre de las inmolaciones humanas era el mejor tributo que podían ofrecer a los dioses, ya que era símbolo de la vida y del alimento. Junto a estos actos, existían otras ceremonias relacionadas con la ofrenda de alimentos, con el ayuno o con la celebración de días señalados del calendario.

 

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Conclusiones sobre la cosmovisión maya

     Los mayas destacaron en el desarrollo de ciencias como las matemáticas o la astronomía, así como en el avance de la escritura o la arquitectura. Además, elaboraron un complejo sistema de creencias que sirvió de fundamento para todos muchos aspectos de su vida (como el nacimiento, la agricultura o el arte).

     Dentro de ese complejo sistema cosmológico encontramos la visión del Universo y el origen del Mundo tal y como lo conocemos. Temas como la muerte, los dioses, el tiempo o el papel del maya en el Mundo tambiénn tiene un lugar y una explicación en esta construcción conceptual.

     Para los mayas el Universo estaba compuesto por trece cielos, que se superponían consecutivamente como si fuesen capas, siendo la Tierra la inferior de ellas. Los cielos eran gobernados por sendos dioses. De modo similar, bajo la Tierra había otros nueve capas o infiernos, que también eran regidos por dioses. La última de las nueve capas inferiores era el Mitnal, el inframundo maya, que presidido por el dios de la muerte Ah Puch. Los dioses que dominaban los trece cielos superiores eran conocidos como oxlahuntikú, mientras que los que presidían las nueve capas inferiores eran llamados bolontikú.

     Los mayas concebían la Tierra como la capa inferior de los trece cielos superiores. Tenía cuatro bordes que representaban los puntos cardinales y tenían colores distintos. El blanco era el color del norte, el amarillo el del sur, el rojo el del este y, finalmente, el negro el del oeste. El verde era reservado para el centro. En cada uno de los bordes se encontraba un jaguar, criatura mítica en la cultura maya. Los jaguares eran del color de su punto cardinal, sostenían el cielo superior a la Tierra y eran llamados Bacabs. Hijos de Itzamna y Ixchel, eran vistos como divinidades protectoras. Sus nombres eran los siguientes:

·         Cauac: el rojo del sur;

·         Ix: el negro del oeste;

·         Kan: el amarillo del este;

·         y Mulac, el blanco del norte.

     Los mayas creían que la Luna y el Sol atravesaban la Tierra cuando desaparecían en el horizonte cada día. Según la mitología maya, el Sol, al atravesar la Tierra, se transformaba en el dios jaguar Kinich Ahau, una divinidad que presenta semejanzas con el azteca Quetzalcoatl.

     Respecto a la creación del mundo, los mayas la concibieron como la costosa labor de varias fases realizada por diferentes divinidades, que se aliaron y discutieron entre ellas hasta lograr la perfección deseada.

     El origen del Sol y de la Luna parte de la transformación de dos dioses: Hunahpú e Ixbalanqué, según el mito que relatamos a continuación. Los dioses gemelos Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú surgieron de la oscuridad de la noche, ya que al principio no había ni Sol ni Luna, ni seres humanos. Ambos eran aficionados a practicar al juego de la pelota, pero con sus ruidos molestaban a los dioses del Xibalbá. Un día, los señores del inframundo decidieron llamar a los hermanos para jugar en su reino. Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú aceptaron, pero cuando llegaron allí fueron sometidos a burlas y a engaños, perdiendo la partida. Los dioses del Xibalbá decidieron sacrificar a los hermanos, y empezaron cortándole la cabeza a Hun Hunahpú y colocándola sobre un árbol infecundo. Poco después el árbol dio frutos y la cabeza del dios se transformó en uno de ellos. Los dioses del Xibalbá quedaron preocupados ante estos hechos y prohibieron a los habitantes del inframundo acercarse al árbol.

     Sin embargo, la hija de Cuchumaquic (uno de los citados dioses del Xibalbá), llamada Ixquic, no hizo caso a la prohibición y se acercó al árbol. La cabeza de Hun Hunahpú, transformada en uno de los frutos habló con ella y le pidió que acercara su mano hasta el fruto. Ella accedió y, en ese momento, Hun Hunahpú escupió a la muchacha, dejándola embarazada.


Escultura maya que representa a un jaguar. Imagen obtenida de la web Mundo Maya Online

 

 

 

 

     El padre de Ixquic comunicó al resto de los dioses del Xibalbá lo que había sucedido, ante lo cual estos decidieron ordenar a los mensajeros del Xibalbá (Tucur) capturar a Ixquic, matarla y extraerle el corazón. Sin embargo, la muchacha consiguió convencer a sus captores para que le perdonasen la vida y engañasen a los dioses del Xibalbá, entregándoles, no su corazón, sino una bola de resina roja. Así Ixquic pudo huir al mundo superior y salvar su vida y la de sus hijos. Acudió a la casa del padre de sus hijos y trascurrido un tiempo dio a luz a los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué.

     A continuación, el mito relata la venganza de los dos gemelos, que desciendieron al inframundo para vengar la muerte de su padre. Cuando llegaron al Xibalbá atemorizaron con su presencia a los dioses malvados que mataron a su padre y los derrotaron. Los señores del inframundo rogaron piedad y los hermanos
Observatorio astronómico llamado "Caracol", fechado entre el 900 y el 1250 d.C. Imagen tomada de Artehistoria.com
accedieron a sus súplicas, advirtiéndoles lo siguiente:

 

 

 

 

 

 

   Ya que no existe vuestro gran poder ni vuestra estirpe, y tampoco merecéis misericordia, será rebajada vuestra sangre. No será para vosotros el juego de la pelota. Solamente os ocuparéis de hacer cacharros, vasijas y piedras de moler maíz. Solo los hijos de las malezas y del desierto hablarán con vosotros. Los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados no os pertenecerán y se alejarán de vuestra presencia. Los pecadores, los malos, los tristes, los desventurados, los que se entregan al vicio, esos os acogerán. Ya no os apoderareis repentinamente de los hombres, y tened presente la humildad de vuestra sangre.


     Finalmente, Hunahpú e Ixbalanqué regresaron tras vencer a los dioses del Xibalbá y ascendieron al cielo, transformándose uno en el Sol y otro en la Luna.

     Respecto a la formación de la Tierra y de la vida en ella, el origen presenta varias fases. Recordemos los cuatro intentos que hicieron los dioses hasta alcanzar la perfección que deseaban con la creación del hombre. Según la mitología maya, al principio no había tierra, solo existían el mar y el cielo; tampoco había plantas, animales u hombres; solamente había silencio. Los dioses dialogaron entre ellos y decidieron crear la tierra, separando el mar y abriendo la claridad en el cielo. Después, los dioses decidieron crear a los animales, pero se dieron cuenta de que eran incapaces de hablar y tener conocimiento, por lo que quisieron realizar un nuevo intento. Crearon entonces al hombre a partir del barro, pero éste era débil, no tenía fuerza y se deshacía. Los dioses destrozaron su creación y decidieron intentarlo nuevamente, utilizando como materia prima la madera. Sin embargo, a pesar de ser más fuerte, la madera tampoco dio el resultado deseado porque las criaturas que surgieron no tenían espíritu ni habla. Los dioses volvieron a dialogar entre ellos y decidieron destruir nuevamente su obra, enviando un gran diluvio desde el cielo y transformando a esos seres en monos. Finalmente, acordaron crear al hombre a partir del maíz y tuvieron éxito.

     Como vemos, esta cosmogonía atribuye a la colaboración entre los dioses toda la creación y la convierte en el fundamento para cualquier elemento de su existencia.

 

 

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