OBEDIENCIA DE JESÚS.doc

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Un perfil de Jesús: Su obediencia


              El Verbo Encarnado concentra en Sí mismo toda virtud y bondad en grado infinito. Presentamos uno de los últimos trabajos de la escritora panameña Da. Zandra María Franceschi de Jean-Francois, quien comparte con nosotros una meditación recomendada para la formación de la familia: sobre el modelo de obediencia que Nuestro Señor marcó con Su vida. 

             

              Durante Su vida pública, Jesús, Nos habla de ese amor infinito de Dios al hombre, nos urge a la conversión, a la oración, al perdón y al amor. 

              Los evangelistas nos revelan las diferentes facetas del Rabí y al sumergirnos al través de ellas, Su obediencia resulta un contrapunto que hiere nuestras realidades. Y es que Jesús constantemente nos está invitando a seguirlo...imitándolo. Cada página de Su vida es una constante llamada impregnada de amor y de obediencia.  

              En un acto de obediencia (Jesús) Se somete, voluntariamente, a los designios del Padre, Se hace hombre para a través de Su Sacrificio, elevarnos a la condición de Hijos de Dios.  

              Y es que en el maravilloso Jesús, la obediencia alcanza dimensiones imposibles de comprenderse desde los parámetros del Criterio Humano, pues va más allá de las fronteras de nuestro mundo contemporáneo. 

              Es que a Jesús hay que vivirlo para sentirlo para entonces verlo. Lo vivimos al reconocer nuestra nada para sentir Su Divinidad y entonces verlo impregnado en cada obra de Su Creación. De este modo el alma, en un génesis de amor, percibe Su grandeza y se impregna de Su obediencia. Es entonces cuando, el ser humano Le reconoce y en un acto de arrepentimiento y conversión se entrega a Sus brazos salvíficos para  dócil a Su amor y por la gracia del Espíritu Santo, volver a nacer. Es cuando cobran vida  aquellas palabras del Evangelio que nos dice: “Quienes Lo recibieron y creyeron en El, Les concedió el privilegio de llegar a ser Hijos de Dios”. ( Jn..1,12). 

              Gracias a Su obediencia hemos alcanzado privilegio tal. Jesús nos conoce, y siempre, obediente, manso y humilde, continúa Su Salvífica Misión e intercede suplicante al Padre: “Cuídalos con el poder de Tu nombre, el nombre que me has dado. Que estén, completamente unidos, como Tú y Yo”. (Jn. 17,11). 

              Jesús es así:  

              Grande como Dios, obediente como Hijo y Misericordioso como Rey. 

Se nos presenta HOY en nuestras vidas y nos dice, a ti y a mí, hermano y hermana que me lees: 

              “VEN Y SIGUEME”, “BAJA ENSEGUIDA”, “MIRA YO ESTOY LLAMANDO A LA PUERTA, SI ALGUIEN OYE MI VOZ Y ABRE LA PUERTA, ENTRARE EN SU CASA Y CENAREMOS JUNTOS”. (Mt. 4,19; Lc. 19,5; Apoc.3, 20). 

              Si al escuchar Su llamada, le abrimos la puerta de nuestro corazón y obedientes (cómo El) lo dejamos todo para seguirle bajando de las equívocas alturas donde nos ubican del mundo  sus ídolos, entonces y sólo entonces, El que es la Luz, entrará en nuestras vidas e iluminará nuestro mundo, para que, a imagen y semejanza Suya (como fuimos creados) entendamos que: 

              “Dios es amor, y el que vive en el Amor, vive en Dios y Dios vive en Él” según nos enseña Su Palabra.

 

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